La tumba de los antiguos by Madeleine Roux

La tumba de los antiguos by Madeleine Roux

autor:Madeleine Roux [Roux, Madeleine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2019-05-14T00:00:00+00:00


* * *

Caminé lentamente hacia la cocina, ansiosa de encontrarme con Lee, aunque decididamente menos interesada en toparme con la Sra. Haylam. Ella me había traído a la mansión en primer lugar, pero nunca había sentido cariño hacia ella. Todo el tiempo debió haber sospechado algo, que yo no era simplemente una niña abandonada que recién acababa de escapar de la escuela, sino parte de este mundo debajo del mundo. Comenzaba a sospechar que ella era esa tal «Ara» que mencionaba tan frecuentemente Dalton en su diario. La descripción física, particularmente sus numerosas marcas extrañas, encajaba a la perfección, al igual que su actitud.

Pero no había rastros de la Sra. Haylam y su cabello adusto. Oí solo un susurro en la despensa a la izquierda, por lo que rodeé la mesa alta cerca del horno, un lugar en el que tantas veces me había sentado para comer, y me acerqué al sonido. Durante los buenos días en la Coldthistle House, esas comidas se sentían como encuentros de familia, pero ahora la cocina estaba impregnada por una soledad vacía, con sus ventanas sucias y grises, como si el lugar no hubiera oído el sonido de las risas y alegría en años. Sobre las maderas cerca de la puerta que llevaba al jardín había un hueco inmenso e irregular y, al acercarme más, me percaté de su gran profundidad.

Encontré a Lee en la despensa, de espaldas a mí, con sus rizos dorados presionados sobre su cabeza por el sudor que le causaba apilar fervientemente algunos frascos de comida seca. Esos frascos debían haber sido bastante pesados, pero la mayoría solo tenían un cuarto de su contenido. Lee repetía en voz baja algunas cuentas mientras pasaba del lado izquierdo de la despensa hacia el derecho.

—¿Necesitas ayuda? —estaba exhausta, pero él también parecía cansado y agobiado.

Lee se sobresaltó y soltó el frasco que cargaba, pero solo algunos pocos centímetros. Por suerte, no estalló en el suelo. Avancé a toda prisa y lo sujeté antes de que se cayera, y enseguida enderecé en el lugar el recipiente pesado de frijoles verdes en vinagre.

Lee parpadeó al verme bajo la luz tenue de la despensa. Un único farol colgaba sobre un estante que le llegaba a la altura del hombro, lo cual hacía que el lado izquierdo de su rostro brillara con un resplandor anaranjado.

—¿Sueles rescatar muchachos y sus frijoles? —preguntó.

—Sí —le respondí con una sonrisa triste—. Me siento muy valiente ahora.

Habían pasado casi dos años desde que había tomado mi cuchara del lodo, pero habíamos cambiado más de lo que dos años le harían a cualquier persona. Ahora, esa misma cuchara, con el mango ligeramente doblado, colgaba alrededor de su cuello, meciéndose sobre su camisa desabotonada.

Ya es que fuera por impulso o conmoción, se abalanzó sobre mí, envolviéndome en un fuerte abrazo. Me sentía feliz por ello, por lo que suspiré, aliviada. Incluso aunque estuviera cansada por el viaje, temía estar sola con mis pensamientos. Padre estaba tranquilo, pero siempre podría regresar. No habría forma de



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